Esperaba, no sabía qué . Esperaba al anochecer, los sábados. Unos me daban limosna, otros me miraban, otros pasaban de largo sin verme.
Tenía en la mano una flor; no recuerdo qué flor era. Pasó un adolescente que, sin mirar, la rozó con su sombra. Yo tenía la mano tendida.
Al caer, la flor se convirtió en un monte. Detrás se ponía un sol; no recuerdo si era negro.
Mi mano quedó quedó vacía. En su palma apareció una gota de sangre.
Luis Ángel Barquín
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