Pasión por pasión. Amor por amor.
Estaba en una calle de ceniza, limitada por vastos edificios de arena. Allí encontré al placer. Le miré : en sus ojos vacíos había dos relojes pequeños; uno marchaba en sentido contrario al otro. En la comisura de los labios sostenía una flor mordida. Sobre los hombros llevaba una capa en jirones.
A su paso unas estrellas se apagaban, otras se encendían. Quise detenerle ; mi brazo quedó inmóvil. Lloré, lloré tanto, que hubiera podido llenar sus órbitas vacías. Entonces amaneció.
Comprendí por qué llaman prudente a un hombre sin cabeza.
Luis Cernuda
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