Cumplido el tiempo, el corazón reúne la memoria deshilachada que ahora revela, más allá del dibujo, los trazos del pincel sobre la tela húmeda. Lo que soñamos apenas aparece ante nosotros como una perfección de ausencias líquidas. Como agua a punto de no ser lluvia o arroyo, ni charco, ni manantial, ni mar siquiera. Sólo agua latente en la consumación de la edad.
La aproximación del olvido, patria al fin, inminencia de toda transformación, deja en el alma una canción en ruinas que se repartirán los pájaros del silencio, mientras el cuerpo obedece y es conducido hacia la madre como un niño remoto.
Lo que se tuvo un día como presencia se tiene ahora como una pérdida. Como si el mundo que nos sostuvo se echara ahora en nuestros brazos para ser sostenido por nosotros o para quedarse dormido pegado a nuestro sueño.
Orfandad traspasada de maternal lenguaje.
José Manuel Martín Portales
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