Lo que da de vivir pasa como si nada. Pero su lejanía de caprichosas formas esconde el elixir de la floración y la amenaza del aguacero.
En su húmedo corazón se complace la luz y descansa, agotada de vagar por la inconcebible transparencia.
Pero su perfección consiste en lo puro de su indiferencia, en el modo que tienen de no pertenecer a quien goza o teme contemplándolas.
Hijas de la intemperie, en su vientre consuma el viento su inaccesible hondura.
Cuando desaparecen, su ausencia deja pasar la luz.
El que se busca está protegido por la sombra.
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